Pi y Only el monstruo bueno.

Pi y Only el monstruo bueno.



Tía Esme llegaba de La Coruña en el tren de las 21:45. Papá y mamá correteaban por el andén cuando en el panel informativo de la estación se anunció la llegada del Alvia La Coruña-Madrid. El abuelo Paco venía detrás, y Pi tiraba de él como una pequeña locomotora. A Pi le hacía mucha ilusión ver llegar el tren y a Tía Esme descender del vagón.

 Finalmente, apareció la máquina del Alvia de Renfe por las vías de entrada de la estación. Los cuatro estaban allí como pasmarotes, esperando, cuando se abrieron las puertas de los vagones y un río de gente apresurada empezó a salir por las puertas automáticas con maletas, bolsas de viajes y bártulos, niños fuertemente cogidos por las manos para no perderlos, un tipo con una bicicleta y una chica fuerte y grande con la funda de un violonchelo a la espalda como una mochila. Pi no perdía detalle. Papá hablaba por teléfono con Tía Esme. Esta le dijo que estaba en el vagón 34,14, más delante de donde se encontraban. Los cuatro corrieron a su encuentro, y pese a navegar a contracorriente esquivando aquella marea humana consiguieron remontar hasta el vagón 33. Entonces fue cuando la vieron.


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