Pi, el niño cangrejo.
A los Hombrescrustáceo les encantan las pastelerías. Podrían pasar horas mirando sus escaparates, pero no compran pasteles. En realidad, no les gusta comer pasteles, pero sí mirarlos, como se miran peces en un acuario.
Los Hombrescrustáceo se agolpan en escaparates larguísimos donde se exponen bellísimos pasteles. Las pastelerías se sitúan unas al lado de otras en calles larguísimas jalonadas de escaparates con infinitas variedades de pasteles. Son pasteles de verdad y huelen a pasteles y este olor entusiasma a los Hombrescrustáceo.
Las tiendas de pasteles tienen dispositivos que arrojan aroma de pasteles al exterior de los escaparates, y cuando el aroma cambia de un tipo de pastel a otro se escucha un “¡Ohh!” generalizado.
Especialmente les enloquecen los olores con coco, coco y manzana, coco y berenjena, coco y fresas.
Las Mujerescrustáceo se interesan únicamente por las ferreterías; no les interesan los artículos que en ellas se venden. Al igual que los Hombrescrustáceo no están interesados en adquirir ningún pastel, las Mujerescrustáceo no están en absoluto dispuestas a adquirir productos de ferretería.
Las Mujerescrustáceo, como los hombres, no tienen cabeza de mujer, ni los hombres de hombre, porque tienen cabeza de crustáceo, al igual que ellos.
Los domingos en Ciudad Crustáceo se suele pasar visitando escaparates, y estos se cambian frecuentemente por experimentados escaparatistas crustáceo, al menos lo suficiente para ofrecer novedades cada domingo.
Todos los derechos reservados | Ignacio Junquera